Agria exprime la tarde su zumo de luz verde,
da cristales, perfiles
de juncos y cuchillos.
prontuarios de arena y pechos de ceniza
donde se aloja el tiempo y se niega la sangre
(...)
Porque la tarde es esto: el ciervo y la serpiente,
la inocencia y el rastro reptil de lo caído:
la brújula y las horas, el aire fermentado
con el zumo amarillo de la luz de septiembre.
El dueño del eclipse
asombra por igual a rosas y a serpientes,
a distantes estatuas en su frío con otoño.
(...)
(Santos Dominguez. El dueño del eclipse. XXXII
Premio de Poesía Ciudad de Badajoz.
Algaida editores. 2014. pág. 33)
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