domingo, 23 de diciembre de 2012

VIAJE

Amanece, y el tren silba a lo lejos.
No hay tiempo para el sueño y las esperas
que detienen el paso y adormecen
la vida que rezuma por sus poros.

Amanece, y mis ojos se despiertan
prendidos al milagro de la luz.
Abiertos al cortejo del paisaje,
adivinan senderos y horizontes.

Quiero surcar la tierra, palmo a palmo,
con la herida cerrada de mi huella,
gastada de curtirse en los regresos
que niegan la aventura y el asombro.

Es hora de partir, liviano el peso
que mi espalda resista en la andadura.
Dejo la puerta abierta por si un día
la paz de este silencio me reclama,
cuando los años pueblen la memoria
de recuerdos vencidos y de ausencias.

Adiós a la morada que aún acoge
los juegos de niñez, el perro viejo,
las páginas en blanco de un diario
y aquella juventud retando al viento.

Adiós a este calor que no conoce
el frío y  el dolor del desengaño;
al aroma a café y a pan caliente,
al olor de una madre, siempre alerta.

No sé si volveré. Si un día retorno,
cuando anuncien mis sienes otra albura,
me sentaré de nuevo junto al árbol
que planté con mis manos, y a su sombra,
escribiré una historia ya cumplida.

Si nunca regresara, se hizo tarde.
No es mi destino otro: llegar tarde.
El destiempo marcó con sus estigmas
mi existencia. Alejaos sin mí.
Evocadme en un rincón del mundo
saboreando el placer de lo vivido.

1 comentario:

faustino lobato dijo...

Magnífico. Siempre una gozada leerte Trini.

Felices fiestas.

Un abrazote