Un poema de Ricardo Sánchez Orfo. Tomado de la revista Poe + Revista poética estacional, nº7
Cuántos paraguas habré perdido en esta afanada conquista deshecha.
Vértigo, claro que hay vértigo, otra procesión de pequeños
infartos, un calambre odioso en las piernas y una mandíbula
parásita que no sabe de abstinencia,
mordedura o insurrección,
qué más da,
rasguño y golpecitos en la espalda de los ojos,
de los años.
Entre paréntesis, podrá no ser la valentía más
que un exabrupto tan momentáneo como siútico,
tan resbaloso como trémulo.
Vértigo, claro que hay vértigo, murallas pintadas de
rojo bien comunista para decir que alguien estuvo
vivo a veces, sólo a veces, luego meterse al sobre y
no dormir con los presagios del mañana en que lloverá,
luego toser bien fuerte para acordarse de uno mismo,
de nuestro cáncer tal vez, o del insomnio.
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