I. El relato corto de José Enrique Campillo
La bruja de San Juan de Ulúa, este era el relato que José Enrique Campillo quiso que los
tertulianos de Página 72
debatiéramos el viernes 3 de mayo.
La reunión comenzó con ese aire
distendido que ayuda a profundizar en el debate y en este caso es José Enrique
quien puso el tono amable del humor y la genialidad.
Lo primero que hizo nuestro autor fue leer el
relato, para después someterlo a la exigencia de una crítica respetuosa y sin
falacias. Campillo expresó, en múltiples
momentos, el deseo de que se hiciera una crítica hasta el fondo a su creación. Es
de valorar esta intencionalidad suya, la de aprender manteniendo una actitud
socrática que lo ennoblece.
Nuestro tertuliano, autor de un montón de obras, como
muchos saben y de gran éxito editorial desde la publicación de “El Mono obeso”. Catedrático de
Fisiología en la Universidad de Extremadura e investigador incansable. Ahora,
dispuesto a estar “a los pies de los
caballos”, de unos tertulianos que, amantes de la literatura, no dejamos de
ser aprendices de escritores. Siempre es de agradecer la confianza que nuestro
autor pone en el debate crítico de Página 72.
Después de la lectura del relato los tertulianos nos adentramos en la historia de
Tula,
una “bruja” de la zona de Veracruz, en Méjico, enfrentada a don
Rodrigo de Albar y condenada a prisión por no ceder a los caprichos y
la tiranía de este. Además de estos personajes el relato se adorna con personajes pintorescos como el de Juan Trujillo, un soldado oriundo de Extremadura y rendido a los encantos de Tula. Este hará todo lo posible por ayudarla. En definitiva, un micro relato entretenido que, con las característica y la fuerza del realismo mágico, nos situaba en las tierras
mejicanas, en el controvertido siglo XVII lleno de intrigas y ambiciones.
Las críticas a la obra bascularon
del contenido a la forma siendo en este aspecto último donde los asistentes
hicieron más hincapié. José Enrique agradeció la revisión exhaustiva de sus
escritos. Sobre el contenido todos coincidimos en subrayar la capacidad que
tiene nuestro autor para entretener y enganchar al lector.
Sea como sea, bien atendiendo al
contenido o al continente, lo cierto era que con esta creación todos pudimos advertir la evolución creativa de Campillo como escritor de
relatos cortos. Observamos a través de estas letras como, de manera paulatina, nuestro autor había abandonando la
escritura plana, la propia del científico
que él es, para entregarse a otra manera de escribir más cálida y llena de
emociones. Efectivamente, desde el primer relato corto, El
tío Vito, hasta este de La Bruja de
San Juan de Ulúa, que ahora comentamos, la escritura de Jose Enrique ha ganado en fluidez con una
prosa más depurada y fuerza narrativa.
Lo que más gustaba de la forma de escribir de José Enrique es la forma que tiene del emplear las
imágenes descriptoras de personajes y situaciones. Sin embargo y a pesar de todos estos elementos, harto positivos, nuestro tertuliano tendrá que corregir algunos aspectos de forma y de fondo en esta obra de La
bruja de San Juan de Ulúa: Así tendrá que tratar el final para evitar la rapidez de algunas secuencias (¿?); cambiar algunos aspectos de la trama, haciendo más creíble algunos tramos (¿?). Y todo ello, evitando el transformar la obra. Y puesto a reformar alguien aconsejó buscar un titulo diferente (¿?);
Por último, destacar el admirable temple de nuestro tertuliano a la hora de acoger y responder, cuando era pertinente, a los diferentes comentarios de su creación. Una actitud
sencilla que Jose Enrique Campillo nunca pierde, a pesar de los premios y el
éxito editorial de la mayoría de sus obras, y que es de gran ayuda para los tertulianos. Actitudes como estas hacen crecer el tono humano de la Tertulia de escritores Página 72.
Gracias José por tu rica
aportación y por tu humanidad.
II. El metarrelato poético de María Blázquez
II. El metarrelato poético de María Blázquez
En el segundo tramo de la reunión
leímos los versos del poemario Estado de
Sitio de María Blázquez, premiado
recientemente en la XV edición del Certamen Literario José Rodriguez Dumont de
Órgiva (Granada). Este poemario contiene doce poemas seleccionados, según
María, para la ocasión del certamen literario.
Los poemas se fueron leyendo, uno
a uno, con cierta solemnidad dejando en el ambiente ese tono de emoción
cautivadora que María sabe conseguir.
Aprovecho este relatorio de la tertulia para hacer, con el máximo respeto, un breve comentario crítico de estos poemas. Pido, de antemano, perdón a la autora por este atrevimiento. Me gustaría resaltar cuatro elementos que, a mi modo de entender, configuran el poemario: las metáforas de la emoción; la sensualidad como utopía; la búsqueda, como actitud metafísica; y el silencio del yo poético.
1. La emoción de lo amatorio como valor:
Los primeros versos del poemario nos abren al
deseo amante de forzar la noche, adelantarla:
Estoy tejiendo horas con agujas de voces
que se dispersan durante el crepúsculo.
Un registro, la noche que nos predispone al misterio de una poética diferente, la del silencio, llena de mágicos simbolismos. Un ejemplo de ello aparece cuando el yo lírico nos lleva a descubrir la visión emocionada de la vuelta del amado. Es aquí donde la autora traza algunas metáforas esenciales, cargadas de emotividad como son las olas y las algas en una clara referencia al mar y de este como significante de ese lugar metafísico e ideal que nos habla de los sentimientos más profundos:
Regresé del fondo bruscamente,
me enredé en las olas de tus dedos
como alga silenciosa abandonada al encuentro.
como alga silenciosa abandonada al encuentro.
2. La sensualidad y la utopía del yo lírico:
Otro de los registros que aparecen en el poemario Estado de sitio es el de las cadencias sensuales desarrolladas en un recorrido
por las formas del cuerpo. Unos gestos de sensualidad y de dobles sentidos, como la que aparece en este poema donde las estrofas,
inicial y final, subrayan las metáforas de las utopías amatorias. Los verbos que expresan esta afirmación son: doblar y volcar. Unos verbos de acción que aquilatan la existencia de ese estar más allá de la propia realidad física. Así, en la primera estrofa el amado se transforma en el molde perfecto para esta
contingencia soportada, notada con la figura del doblarse, la de adoptar la forma de lo amado; la segunda
estrofa se marca con la acción decida del ser amante que se hace uno con el otro en ese hecho de volcarse:
No
quiero estar cansada al acostarme a tu lado,
quiero doblar
en ti las esquinas de mi cuerpo.
…
No quiero estar cansada al acostarme a tu
lado,
quiero volcar en ti los dominios de mi cuerpo.
quiero volcar en ti los dominios de mi cuerpo.
Junto a los aspectos señalados aparece el de la búsqueda
como una inquietud permanente del
amant. Aquí, el yo poético, con tonalidades esenciales, sitúa el punto
de encuentro en las figuras del árbol
o la casa que denotan protección y enraizamiento, firmeza y seguridad. Estas figuras son gestos metafóricos que señalan las realidades utópicas con la pretendida ilusión de superan cualquier malestar provocado por los
interrogantes del buscar inquieto:
…
Regálame la incógnita
de suponerte mío para siempre,
donde divagaré
para buscar el árbol y la casa
que te he jurado en mi inconsciencia.
que te he jurado en mi inconsciencia.
Puestos a subrayar la intencionalidad poética de Estado de sitio, habría
que resaltar la búsqueda como una realidad “mística-existencial” donde una vez más aparece el hecho de volcarse, de vaciarse, de adoptar la forma del otro.
A este respecto, basta ver algunos versos del poema, Vacío.
Te buscaré aunque me vuelque
en cada hueco en los que tú has estado…
Este
sentimiento del buscar se mantendrá, como un estribillo metafísico,a lo largo de todo el poemario. En este sentido, ya en
los últimos tramos del metarrelato, la búsqueda se convierte en una obsesión patente. Así, los versos de Floración,.
Te busco, no apareces.
Te llamo en el poema,
pero se adueñan de él los elementos
con la inquietud vertical de semillas que
crecen,
con la conquista del agua invencible.
En los poemas finales, María Blázquez, sitúa al lector antes dos elementos significativos: el fuego
y el agua,
propios de la poética del silencio. Así,
se observa en la metáfora del poema De la llama a la gota, como el yo lírico transita de la
llama de amor profundo al reflejo del agua. con esta puntualización versal la intencionalidad de la
poeta muestra una pretensión, la de desvelar la conciencia del ser y del sentirse. Fuera de
cualquier pregunta espuria la realidad que el yo poético muestra es la de traducir los sonidos, interpretando la
voz del tú, la del amado, en un permanente diálogo con él. es por ello que los versos dialógicos, provocan la lluvia y esta como un don especial en el centro de la realidad ya transformada:
De la llama
de mar
que se derrite
en tu puerta
a la gota
de fuego
que se evapora
en tus ojos,
las estaciones
me llevan a ti.
El gemido del tren
al rasgar los raíles
interpreta tu voz,
todos los caminos
me valen.
Zarandea el cielo
si pierdo la ruta,
lluéveme en la frente.
Estado de sitio, el poemerio de María Blazquez finaliza con unos versos que, con cadencias sartrianas, destacan la nada como un elemento que determina el vacío, el
silencio, en ese no-estar del amado:
Nada, mientras no estabas.
De las ondas solitarias del agua
nacen vacíos, hijos del silencio.
Del suelo despoblado
emerge la indolencia del que aguarda.
Nada, mientras no estabas.
Gracias María por hacernos disfrutar de estos versos esenciales, de
este metarrelato de los sentimientos que
traducen todas las búsquedas de lo que amamos y de lo amado.
4 comentarios:
Me ha encantado encontrarte y leerte
un abrazo desde mí
Gracias, Tino. Insuperable. Somos unos afortunados por contar contigo.
Un abrazo.
Felicidades por tu libro. Un beso.
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