sábado, 17 de marzo de 2012

UNA CIUDAD SIN MUROS



El libro de poesía UNA CIUDAD SIN MUROS. POESIA ESCOGIDA( 1989-2011). EDICION BILINGUE de Magnus William-Olsson (Estocolmo, 1960). Este es poeta, ensayista y traductor. Sus poemas han sido traducidos a más de quince idiomas.

En este libro Una ciudad sin muros editado por Libros del Aire reúne, bajo la temática del cuerpo, poemas escritos de este poeta sueco entre 1988 y 2011.

¿Por qué no creería en el amor?” Hace veinte o treinta años, cuando era un joven ambicioso, el amor parecía sereno y preciso. Quise a mi novia, a Safo, y el concepto de igualdad.
Era un amor lleno de celos y distinciones, un amor dedicado y asombroso, posesivo, peleador. Pero pasó el tiempo como un río heraclítico a través del cuerpo y de los días.
Tantos amores, amantes, viajes, encuentros en lugares oscuros y a pleno sol. Rostros sonrientes, rabiosos, húmedos de sudor, de lágrimas o saliva.
Para un poeta el límite entre la fantasía y lo real nunca es lo suficientemente filoso. Los poetas adhieren a la memoria engañosa. Entre la verdad jurídica y la verdad soñante no existe una jerarquía fija.
Por eso el instrumento epistemológico del poeta debe ser el cuerpo. En lo único que puede confiar es la presencia corporal. Siempre vale la pena para un poeta dejarse acompañar por el deseo. No es tan fácil. Soy un hombre responsable.
Nunca me he dedicado a la idea del genio romántico.
He criado mis hijos, he sido honesto con mis amantes, amigos y enemigos. Un padre juguetón. Un marido respetable.
Un amante apasionado. Pero además de ello, como una posición siempre disponible, un segundo cuerpo dentro el primer cuerpo, soy poeta.
Y como ha pasado el tiempo, cada vez más frecuente me habría llamado “yo”. Y ahora el amor me parece más complicado.
He sido celoso y he dejado los celos atrás. Él hizo distinciones entre realidad y ficción, entre sueño y verdad y entre sexos, yo no.
Él demandó lo que quería, yo sé que hay otros cuerpos tan gozosos como el mío. Supongo que ahora nos consideramos separados, él y yo, pero estamos unificados en un sentido absoluto, frente lo que seguramente nos espera. Lo que nos une en un solo cuerpo, un solo ser temblante.
La desaparición. La muerte. El olvido. Nunca cesamos de vernos con esta mirada implacable. La mirada doblemente eterna, la que surge tanto de los ya muertos como de los todavía no nacidos.
Es la mirada doble de la poesía, la que nos mira sin amor, sin misericordia, sin sentimiento ninguno, pero que nos deja amorosos, empáticos, encarnados, corporales.


1 comentario:

Dylan Forrester dijo...

Interesante poeta, espero encontrar algo de su obra por aquí.
Gracias por darlo a conocer.

Saludos.