miércoles, 4 de mayo de 2016

De Manuel Pecellín. Esta no es mi patria.




El de “Marquetalia” es uno de los nombre míticos entre los muchos que jalonan la historia guerrillera y contrarrevolucionaria de Latinoamérica, herida que no acaba de cicatrizar. Mucha es la sangre que ha ido derramándose en este municipio colombiano, capital de una “república independiente”, más simbólica que efectiva, escenario de muy numerosos enfrentamientos entre guerrilleros y militares. No es raro que el autor de este poemario lo califique en el subtítulo como “un pueblo que rabia”.
Natural de Don Benito (1959), sus padres llevaron a Flórez infante a vivir en Marquetalia, donde hizo los estudios primarios. Vuelto a Extremadura, inició aquí la carrera de Medicina, que terminó en Caldas de Manizales. Siempre ha combinado labores profesionales con la creación poética y la difusión cultural, tanto en su país de adopción, como en el nativo, donde ahora reside, tras un fructífero paso por Brasil y Colombia. Ha publicado numerosos libros de poesía, no pocos con importantes premios, a ambas orillas del Atlántico.
Aunque Marquetalia vio la luz hace ya tres lustros, por razones que desconocemos no ha podido difundirse hasta estos meses últimos. Según expresara José Antonio Gabriel y Galán en su inolvidable Un país como éste no es el mío(1978), refiriéndose al rechazo que le producían las circunstancias sociopolíticas españolas, Flórez manifiesta aquí el disgusto, el rechazo, incluso la angustia y el lamento dolorido ante la transformación del paraíso infantil en un Gólgota tan injusto como insufrible. Según el escritor extremeño, dolorosamente fallecido en plena madurez y a quien se cita en varias ocasiones, Flórez reconoce que sólo posee la palabra para combatir la barbarie, pero no está dispuesto a dimitir del compromiso que cree tener con su sufrida patria.
Lo ejerce dando voz en el  libro a los que ya no pueden hablar, nombrándoles con el punto de melancolía que la memoria guarda de los felices tiempos vividos. Estructurada en cuatro partes (El poeta en su estatura, El país del caos, El paraíso perdido, Destino), la obra se construye con poemas de amplio aliento, que paulatinamente van dejando lugar a composiciones cada vez más cortas, siempre en versos libres y todas con imágenes magníficas, amén de un ritmo musical que difícilmente decae. La misma calidad  literaria exhibe alguna muestra en prosa (el libro no está paginado).
Pese a los bien perceptibles valores estéticos, lo que más impresiona de Marquetalia es su carga ética: el grito, ocasionalmente rabioso hasta el exabrupto, ante el dolor infligido a las personas; la denuncia de la violencia, por más que pretenda justificarse con apelaciones utópicas; el desgarro frente al sufrimiento de los niños. (No sabría creer en Dios mientras vea  el dolor de los más pequeños, exclamaba Albert Camus). Y cómo añora su niñez andina el autor, aquellos días en los jardines incendiados del verano, sobre la hierba fresca de los potreros, antes de que Marquetalia se disfrazase de campanas y el revuelo de los ataúdes se impusiera en las calles.
Si bien reconoce que sigue siendo sólo “un poeta en su estatura” (este es el sintagma más repetido en el libro), el escritor no se amilanará ante los sembradores del odio, la furia de los proscritos o la dolorida elipsis de la pesadilla última. Llueve sobre Marquetalia y no siempre es agua lo que cae. A todos nos importa no se apague la vida en esos hombres a los que ronda la muerte.

Antonio María Flórez Rodríguez, Marquetalia (Un pueblo que rabia). Manizales, Universidad de Caldas, 2003/2015.

Retomado del blog Hoy.es

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