sábado, 2 de mayo de 2015

Martín Portales o LA BÚSQUEDA DE SENTIDO. Ars poética.


Después del descanso de la Semana Santa, el sábado 11 de abril,  volvimos a reunirnos en Página 72. Esta vez nos convocaban los versos de José Manuel Martín Portales, un escritor cordobés afincado en nuestra tierra. Éste vive desde hace unos años en Atalaya, cerca de Zafra.

La reunión comenzó con el consabido “Cajón de sastre”, ese momento que los tertulianos dedicamos a hablar  de asuntos miles en torno a literatos y literaturas. Este día el Csse centró en la reciente publicación del poemario, Algebra esencial, de nuestra tertuliana Milagrosa Ortega. Mila regaló a los tertulianos presentes  esta publicación de la Editora Regional. De este poemario no se comentó mucho más que aquello que  su autora quiso decirnos a modo de introducción. La próxima tertulia, la del 9 de mayo, se dedicará toda ella a esta obra. Algebra esencial. Os adelanto, que este es un poemario algo más que interesante. Merece la pena hacer una lectura detenida y un comentario sosegado de la obra de nuestra tertuliana.

Una vez finalizado el Cs,  Patro, nuestra tertuliana de Zafra, nos presentó a su amigo José Manuel Martín Portales. Para nosotros ha sido una suerte y en este caso, también un honor, que Patro y Fernando nos pusieran en contacto con José Manuel. Este siguió a la presentación, sentida y amable, que Patrocinio hizo de él comentando cómo y por qué recabó en el pueblo de Atalaya.

Todo remonta a los años 20 del siglo pasado, cuando su abuelo ingresó en el ejército en Córdoba y terminó casándose en Úbeda. Desde entonces el abuelo no volvió a su tierra con la familia. Pasado el tiempo --cuenta José Manuel-- un familiar de Atalaya fue a hacer el servicio militar destinado en Cerro Muriano, cerca de Córdoba, y es aquí donde comienza el reencuentro con la familia de Extremadura y las continuas idas y venidas al pueblo. Muere su padre cuando tenía doce años, y es cuando, entre la soledad y el amor imaginado del adolescente, surge la escritura.

Hay que decir que a nuestro invitado le cuesta trabajo hablar de ser escritor. “No puedo considerarme un escritor, porque un escritor dialoga con la cultura y yo lo que intento hacer es dialogar con la existencia” –comenta.

José Manuel alaba la influencia de su madre en los duros años del comienzo de su juventud, que terminó con la urgencia de encontrar el silencio interior que le ayudara a afrontar el futuro. Necesitaba ser ermitaño e ingresó en los Carmelitas Descalzos. 

A la muerte de la abuela, la familia tiene que reubicarse y José Manuel decide no seguir los estudios de teología. Llegaron los momentos duros de ayudar. Y terminó trabajando en un polígono industrial a las afueras de Córdoba. “Creo que he sido una especie de ermitaño en un polígono”, afirma. A pesar de estas desafortunadas incidencias vitales que la familia tiene que afrontar, él ya había decidido dejar la vida religiosa. 

Es aquí, en un polígono industrial, donde comienza su auténtica formación. Las raíces de su poética hay que buscarlas aquí, como él mismo confiesa. “Mi experiencia poética no viene de la universidad ni de la academia, ni de ateneos ni de tendencias estéticas, sino de las naves industriales donde he pasado treinta años, con plena conciencia de la esclavitud que he tenido que soportar para sobrevivir”.  

Comenzó trabajando de chico que recogía papeles sucios en una imprenta y terminó siendo corrector y montador de páginas del equipo del entonces taller del diario La Voz, que años después pasaría a imprimir el Diario Córdoba, donde nuestro autor terminó siendo redactor. El trabajo empezó a ser tan exigente que le impidió terminar sus estudios de Historia en la Universidad. Otro punto más en esta carrera del escritor en ciernes, que nos confesó la tremenda decepción que sufrió durante esos años, al comprobar que “los mercaderes se terminaban beneficiando de los sacrificios de los trabajadores que aún creían en una prensa libre al servicio de la verdadera democracia”.



La lectura fue imprescindible en este largo periodo de trabajador “ermitaño”. El diálogo con los libros, al margen de cualquier rango universitario, ha sido fundamental en el crecimiento del hombre José Manuel, que hoy se alegra de no haber seguido unos estudios reglados ya que la Universidad le hubiera orientado hacia otro camino muy diferente al que está recorriendo ahora. Es quizás por esto por lo que nuestro autor pone en crisis el concepto de cultura y piensa que la poesía no va por ahí, aunque muchos poetas aspiren a ser escritores.

José Manuel, que nos resumió una parte de su vida especialmente importante para entender su obra, se refirió después a su modo de entender la experiencia poética, una “experiencia de la conciencia”, que dijo alternativa y radicalmente diferente a la “experiencia de la razón”. Su ars poética manifiesta este conflicto interno. Estas palabras me recordaban al fenomenólogo Husserl.  

Para José Manuel la aparición del poema tiene que ver con la aparición de la conciencia, y la aparición de la conciencia es “un estadio posterior y aún incipiente” en el proceso que creíamos que había culminado con la razón. Por eso el poema es muy incómodo para la racionalidad. “La poesía es una experiencia genuina de la conciencia, y la conciencia un estadio de la existencia donde la supervivencia ya no es el horizonte”, afirma. Así lo expresa en el poema introductorio de Patio interior, con estos versos

He dicho que la pureza es un asunto turbio
Nada tiene que ver con la virtud del hombre
yo he dicho y he pensado y he escrito poemas
y sé bien que los dioses nunca van a entenderlo
agradezco a los ángeles que mantengan silencio
lo último que quiero es que alguien responda

Para José Manuel la experiencia poética es la experiencia de la conciencia que sitúa al hombre en el horizonte de la pregunta como pregunta. Responder es frustrar. Ahora, estas palabras recordaban a Heidegger. Aunque nuestro autor nos manifestó muchos reparos ante el filósofo alemán, del que dijo que utilizó a la poesía para sus fines filosóficos y “puso al poema a los pies del pensamiento, en lugar de poner el pensamiento a los pies del poema”. Esta afirmación da para otra tertulia ya que habría mucho que matizar 

¿Qué es un poema? Seguía preguntado nuestro autor. “El poema es algo así como un estado de tensión del lenguaje donde es posible que aparezca la palabra”. Porque “la palabra es posterior al lenguaje, de igual forma que la pregunta de la conciencia es posterior a las repuestas de la razón”. La pregunta es un clamor necesario que nada puede acallar. El misterio no tiene respuesta. 

La experiencia poética tiene que ver con una especie de fractura, algo insólito que se está produciendo en el seno de la facticidad. Todos vivimos, siguió argumentando, en el horizonte de la respuesta cultural, por eso el poema es un malestar y una extrañeza. “El problema es que la cultura ha domesticado literariamente al poema, ha engatusado al poeta prometiéndole los honores del escritor, y por eso vivimos en una absoluta confusión, que es un terreno propicio para que sobrevivan los más hábiles”. Y es que la razón es incapaz de abarcar esta experiencia singular. Es aquí donde José Manuel, en este relato del arte poético, nos subrayó que, aunque parezca paradójico, la poesía puede y debe situarse más allá de la propia literatura e incluso contra ella.

El lenguaje, subrayó, es anterior a la palabra. La palabra como signo de la conciencia. El poema surge, desde otro punto de vista, cuando la palabra da un golpe en el lenguaje y produce una especie de estallido en el discurso de la razón. 


La experiencia poética es diferente a la experiencia racional y evita ser usurpada por la racionalidad. Es en este momento cuando el discurso de José Manuel fue cortado por la intervención de una tertuliana preguntando por la emoción, por el lugar que ocupa la emoción en su poesía.  Martín Portales intentó responder diciendo que “la emoción y los sentimientos son en realidad experiencias extrañas que debieran sacarnos del ‘mundo interpretado’, como decía Rilke, y conducirnos al misterio que somos, pero desgraciadamente la racionalidad se ha ocupado de controlarlas, hasta el punto de que pensamos que las emociones nos ocurren a nosotros, a nuestro yo, en lugar de entender que son experiencias de salida urgente del yo-controlador diseñado por la racionalidad”. Generalmente, dijo, “todo lo radical lo evitamos y controlamos. Y es aquí --siguió—donde se percibe la extrañeza de la conciencia”, que pone en tela de juicio el salvavidas racional.

José Manuel siguió reflexionando sobre esta búsqueda de sentido, --que va mucho más allá de la práctica racionalidad diseñada para la supervivencia--, que tiene como soporte a la propia conciencia. “Pero el conflicto es inevitable, porque evidentemente todos nacemos en una determinada cultura, que es la que nos ofrece las respuestas, incluso a preguntas que aún no nos hemos hecho”. El poeta, entonces, tiene, a su entender, “un grave conflicto con la literatura, porque es inevitable que los contenidos culturales afloren y quieran imponerse sobre el poema”. Por eso, “en el momento actual de nuestra cultura occidental, el poema no puede ser otra cosa que una lucha de la palabra contra el lenguaje, de la conciencia contra la razón, de la poesía contra la literatura”.

Después de esta charla sobre la realidad existencial de la poética, los tertulianos comenzamos la ronda de preguntas. Todos nos dimos cuenta que no estábamos ante un escritor al uso sino ante alguien excepcional, difícil de catalogar. Las preguntas rondaron entorno al poemario Patio interior, editado por Pre-Textos, que nos había propuesto nuestro autor. Es de agradecer la complicidad que durante casi dos horas mantuvo con los  tertulianos. Algunos, comentaron que había sido un revulsivo interior.


Volviendo a las preguntas por el poemario, se dijo que uno de los poemas: Alma  era el que parecía recoger todo el contenido del mismo. Los versos finales así lo sugieren:

… porque todo silencio engendra una hermosura/
porque todo clamor es hijo de la nada.

El poeta, haciendo hermenéutica de su propio escrito, dijo que precisamente Alma es un concepto inventado por la racionalidad para decir lo que no sabe, es decir, para creer que sabe lo que no sabe. Es, en realidad, parte de ese orgullo racional que quiere nombrar lo innombrable. En concreto --apunta José Manuel— nombro para adentrarme en lo que no sé, no para intentar saber más. De esta forma la poesía se convierte en contracultura.

 


Se le hizo otra pregunta: Si el amor puede salvar el mundo, ¿dónde está la fuerza de los sentimientos? El poeta respondió de una forma un tanto nietzscheana, diciendo que el amor es otras de las palabras desactivadas, es decir, culturizadas. Este, el amor, es un concepto, una sublimación de la soledad. El amor aparece como una compensación, como un equilibrio. 

Desde el punto de vista del poeta “el amor es un horizonte de posibilidad, una relacionalidad posible, no fáctica. Es algo que debe estar ocurriendo ahora en el seno de la totalidad, porque si no es inexplicable que haya aparecido una conciencia, una pregunta sin respuesta”. Es la experiencia capaz de algo totalmente nuevo que va mucho más allá del pensamiento. “El amor es la única experiencia que crea una posibilidad, que crea aquello que todavía no existe. Por eso me resulta imposible hablar de amor si estamos refiriéndonos al ser, al poder, al yo, a la verdad, a la razón, todo eso que precisamente se caracteriza por su afán de presencia y de eficacia”. “Los amantes –continúa-- caminan irremediablemente hacia el no-ser, son los únicos que pueden alcanzar ese estadio de existencia, porque solo desde ahí se abrirán a lo posible”. Pero claro, “desde la cultura, el amor es un sentimiento del yo que promete lograr la cuadratura del círculo: el equilibrio perfecto entre donación y apropiación, es decir, lo justo para no querer salir de ahí”.

José Manuel se nos mostró como alguien que está en continuo cambio. Nada de lo que escribe lo hace desde la racionalidad sino desde la emoción y la vitalidad de una intuición que rehúye la conceptualización y la momificación de los sentimientos en palabras.

Volviendo al poemario, se anotó que este tiene unos finales redondos. En definitiva, Patio interior es algo más que un poemario, es el encuentro con las emociones del poeta. Sus tres partes nos llevan de la mano por esos vericuetos de la existencia, casi mística. 

En la primera parte, comienza hablándonos de la luz y de la imposibilidad de ser sin ella, para seguir en el centro de esta sección con un poema, en versos endecasílabos a lo Garcilaso, que nos habla del silencio. Terminará este primer apartado con unos versos sobre la ternura, en el poema Beso, que reconoce de qué manera apenas existía. Y es que José Manuel no deja de invitarnos a entrar, también en este libro de versos, en esa extrañeza de la que nos fue hablando en la tertulia. 

En la segunda parte, nos adentra en ese sentimiento de la fractura ante la razón y nos habla del silencio, incluso con la estructura y colocación de los versos. Precisos son estos versos de Agua en la que no solo las violetas crecen y las hojas de los árboles están por caer, recordando de una forma maravillosa los tránsitos de la temporalidad hacia el necesario otoño:

De repente la risa
bordeando el olvido

                        los
                        relojes
                        de
                        seda
las
campanas
de
limo

de repente los montes
sangrando los ríos

y agua por todas partes ahogando los sentidos

Con este poema se entiende muy bien el sentido de la emoción, respondiendo así a la pregunta sobre ella. La tercera parte cierra el poemario con cuatro poemas que parecen hablar de los contraluces necesarios, incluso en la imperfección de la calma / mi cuerpo es una falsa costumbre. Así se expresa en el poema Contraluz:

Me alimenta tu piedad hecha de carne y música
tu forma de despedirte en cada abrazo.

Quiero agradecer, una vez más, en nombre propio y en el de todos los tertulianos, la presencia de este autor, poeta, ahora amigo y dispuesto a acompañarnos más veces en este camino de Página 72.


Igual que siempre, las ausencias fueron sentidas.








1 comentario:

Daniel Villa dijo...

Gran mañana la que pasamos!

Gracias Tino por el resumen.

Abrazos.
Daniel.