sábado, 28 de marzo de 2015

De puertas adentro o el hecho mismo de la existencia.




Hace unos días tuve el honor de presentar la obra De puertas adentro, de mi amigo y contertulio de Página 72 Jose Manuel Vivas. He aquí lo que comenté:
1.  

1. José Manuel Vivas. Su obra. Su trayectoria.

            De entrada hay que decir que José Manuel Vivas es un poeta maduro, un hombre inquieto y comprometido,  que sabe poner versos a la vida. Un escritor capaz de emocionarnos e incluso de no dejarnos indiferente ante su poesía.

            Nuestro autor es un hombre prolijo en este arte del construir versos.  Desde 1998 no ha dejado de publicar y de ser premiado. Así, lo comprobamos desde aquel primer premio,  Adolfo Vargas Cienfuego, con la obra “Los bordes del abismo” y publicada en la Editorial Universitas, hasta el momento, con la obra que presentamos esta tarde y premiada por Entreescritores.com como mejor poemario del año 2014.

2. La obra De puertas adentro. Momento de madurez del poeta.


            La obra De puertas adentro, pertenece-como he dicho- al momento de madurez del poeta.

            Prologada por David Benedicte el que, con la ironía que le caracteriza, prohíbe asomarse al interior de este poemario. Comparto algunas de las razones de esta ironía, como esta que dice que leer a nuestro autor “es como saltar, sin paracaídas, de un avión.” Esto qué significa, ¿que leer estos poemas es arriesgado, una aventura? Tiene el riesgo de la evocación y del examen, el riesgo de asumir todo aquello que los versos dicen directamente a la conciencia. No podemos escapar a que estos versos nos atrapen y nos lancen a vivir la aventura de lo diferente.

            Pero entremos en esta obra, premiada por Entreescritores.com y publicada por la editorial Mandala. Para ir analizando sin perdernos es importante acudir a la propia organización del libro de poemas. Este se organiza en tres apartados, cada uno de ellos muy definidos y con un poema introductorio “desde un tiempo ancestral…” Los apartados son bloques de poemas, capítulos: Puertas adentro; refugio de la tristeza; la voz incendiada. Ante estos capítulos, y desde mi consideración de lector, tengo la sensación, después de haberlos leído, que en realidad son tres pequeños poemarios reunidos en un solo volumen. Cada uno de estos capítulos nos adentran, de manera diferente, en la intimidad de “ese bípedo animal solitario” que es el ser humano existiendo. En realidad, es un libro que subraya el hecho mismo de la existencia.
           
De esta forma:
            a) En el primer apartado, De puertas adentro el sujeto, el “yo literario”, desde su visión intimista de la realidad, establece una diferencia entre “la ciudad…universo de calles insondablesy la casa, “refugio de sombras, escudo de paredes tibias”.  Una situación, esta, de puertas adentro donde el hombre se descubre, con  la ansiedad de quien le reclama, ante sus miedos.

            Así, en este espacio, primero se establece una tensión entre lo exterior  y lo interior creando un diálogo intimista, una reflexión atrevida y valiente. De esta forma, la calle- sinonimia de la ciudad- se convierte en un lugar de  ruidos,  de gestos leves” que obliga a regresar a la intimidad del “cálido refugio de la casa”. Y es, en segundo lugar,  en esta situación de lo íntimo, donde “los silencios de la vida abren zanjas de amor sobre las hogueras de la tristeza”, en la que el propio yo, en su mismidad, se observa  incapaz de recordar “la mirada primera”. Es aquí, en este contexto privilegiado de la casa y en silencio, como  nace el poema. De esta forma, el “yo literario”, asombrado de sí mismo, expresa que “el poema-viene- desbocado/ con afán de provocación y cierta lujuria.
            Y además, aparece el hombre soñando desde esa “habitación  de ventanas opacas”…, en la que evoca la memoria de lo que fue “como mar herido de tormentas”. Una inmensidad quebrada por lo frágil. Aparece, un ser que habla consigo mismo, de puertas adentro, sintiendo que “todo lo que habita en la casa…/ todo cuanto se respira y se atisba”, le pertenece. La casa es su cuerpo, “ferozmente sitiada”.

            En resumen, se observa que  en este primer capítulo se esboza un registro existencial que conduce al lector a reflexionar-con esas cadencias del diálogo interior- sobre ese estado de sitio en el que los humanos, la mayoría de las veces, nos encontramos en la vida. Estar sitiado es una imagen magnifica que habla de resistir en medio de la debilidad. Admitirlo, como lo hace este “yo poético” de la obra, es crecer. Por esto mismo, quien vea en los poemas un sesgo de nostalgia o desesperanza, aunque lo haya, se engaña. En realidad lo que sí hay es una visión atrevida, una pauta para afrontar los propios miedos.

            b) En el segundo apartado, el poeta recobra las referencias más queridas y en un alarde de meta-poesía algunos versos toman como objeto, como protagonista, al propio hacer poético. Este “hacer” es como un “dejarse abierta la ventana del poema” para que “estrofas y rimas” se depositen “despacio entre las páginas” del libro; o es como dejarabierto el grifo del poema” para ser capaz de recoger con las propias manos “un manantial de versos y sílabas desperdigadas. “ Este es el contexto en el que, por un lado, las llamadas se vuelven trascendentales capaz de hacer que baje “ de las azoteas y de la vida / entre peldaños rotos  y palabras vanas/…” aunque no se encuentre la voz que nombra y ni siquiera el nombre…; Y por otro, la nostalgia, en el recuerdo de momentos mejores, se hace patente, sobre todo en los versos finales de este apartado, en los que aparece la figura del padre que hace “crucigramas todos los días…” hasta vestirlos “de palabras hermosas/ de sílabas azules…” Y es en el recordar ese hecho del “crucigrama”, cuando el “yo literarionos enfrenta al laberinto blanco y negro donde es posible buscar “el oscuro nombre de la muerte/ que no sabe de adivinanzas/ ni de jeroglíficos”.

             En este segundo capítulo vuelve la voz de la casa pero esta ya no es refugio desde donde se observa sino un lugar no habitado a donde se llega. Esta es, ahora, una casa con ventanas cerradas por las que se deja “entrever  un hilo de luz quejosa y cansada”. Ahora, la casa, a la que se vuelve en la que la “presencia de memorias enclaustradas/ parece elevarse sobre sillas…” y en la que el “silencio preside las horas…/ por aquel bagaje de recuerdos ebrios…” es una casa que es mejor dejar y cerrar de nuevo haciendo que “el polvo vuelva al polvo”. Y es en esta mirada llena de tristeza y recuerdos donde aparece la otra figura de cercanía, la de la madre. Estos versos aparecen en el ecuador del libro, en la página 50

 Miré tus manos en donde descansaban las viejas fotografías, 
  el pañuelo bordado y las cartas de amor; 
y me miraste de nuevo con tibia ternura,  
mientras acariciabas con tus labios mi rostros húmedo, 
absorto aún por la melancolía y los recuerdos, 
camuflados en la memoria desposeída del tiempo.

            Es en este segundo capítulo donde el “yo literario” se hace refractario a la vida que pasa y admite la fragilidad: por un lado, en el hecho de habitar en la  tristeza: “naufrago de la derrota, / esclavos de sus dedos de fuego…”;  y por otro,  en el endeble  tránsito de los recuerdos al centro mismo del ser, donde el poeta se reconoce al dictar “con su lengua/ el enjuague taciturno de la palabra, / (libertad, rosa, piedra, mar, nostalgia) y se acerca  por detrás y me toca/ sin nombrarme,/como el viento ligero de las alas de un ángel/ que se aleja entristecido,/ que suspira, como sólo suspiran los ángeles/ cuando nadie los percibe ni encuentran,/cuando un hombre que no conoce a otro hombre/ pasa de largo y su mirada entristece,/ y su voz es el eco cansado de otra voz/ irreconocible, sobria, difusa..

            Es difícil que, en el contexto de esta realidad identitaria, no aparezca la búsqueda permanente del silenciopor las aceras oxidadas/ o en soportales  donde anidan relámpagos/ con sabor a destierro/ y el agrio perfume de los orines.” El silencio, ese silencio que, en el tercer capítulo,  cruje en la nocheen un milagro de orfandad entregada”.

            c) Por último, si en el primer apartado, el autor nos pone ante la inevitable existencia y en el segundo ante la fragilidad del ser; en el tercero, el yo literario se rinde al misterio del dialogo con un tú vital.  Ante este, tú, el yo anda palpando “el zaguán de sus ojos” para luego regresar con cadencias eróticas “por la calidez de sus muslos”. En este último capítulo, la vida aparece y es sentida como un regalo. Vida ante la que hace falta mantener el silencio interior, aunque esta se exprese en “los álbumes de fotos” “…Y los recuerdos se agolpen”. Porque es en esa realidad impresa de la fotografía donde “anidan sueños desatados, / abismos insondables, / en dónde el tiempo clavó sus agujas/…” La vida reaparece envueltas de “horas en desaliento”, que busca lo mejor de ese diálogo. Vida que es  un tú que no admite la muerte: “Donde está la muerte no está tú”. La vida expresada en “las mañanas tibias”, “en el nombrar vital de papeles y guías de teléfono”. La vida.

            Ahora, ya de vuelta a la casa, al lugar habitado, ese que “recogerá las palabras escritas, / y de puertas adentro, nuestras manos, / decidirán este futuro imperfecto/ que nos ocupa y nos empuja” hacia ella…hacia “la falsa quietud de las horas…”

               Si tuviéramos que retomar una palabra, una voz,  que englobara todo el sentido de la obra tendríamos que decir, sin lugar a dudas, que esta “voz” es la figura de la casa y ésta como un refugio aunque sea en referencia al propio cuerpo “ferozmente sitiado. Una casa, sí, unas veces, habitada, desde donde se observa- la ventana;  y otras, deshabitada, desde donde se recuerda al mirar las fotos y las pesadillas “andan descalzas”. Qué importante es enfrentar esto: lo habitado y lo deshabitado y enfrentarlo desde la mirada y el recuerdo. Mirar y recordar, dos registros vitales a los que esta obra nos acerca. Dos registros existenciales que hablan de reconocimiento. Hay que agradecer a nuestro poeta el hecho de acercarnos a estos registros vitales y complejos. Porque no siempre se mira y se recuerda, como este poeta lo hace, con la ternura y el empeño con el que él lo indica.

            Para adentrase en este poemario hay que aliarse con el silencio, ese silencio contemplativo capaz de mirar aunque sea “una presencia de memorias enclaustradas…”. Un silencio buscado por “aceras oxidadas / o en soportales.

 Punto final:
            Quiero agradecer a José Manuel Vivas este encargo de presentar una de sus criaturas. Agradecerle la confianza depositada y el haberme prestado su mirada para hablar de esta existencia al límite en la que nos encontramos, muchas veces, y que el poemario es capaz de plasmar. Agradezco a nuestro poeta el que haya creado esta obra, este espejo de palabras, porque esta nos permite reflexionar sobre nosotros mismos y nuestra existencia.

            Advierto que leer esta obra es no escaparse de la sincera autocrítica al mirar desde la ventana de nuestra casa lo que nos envuelve, no siempre lo mejor; leer este poemario es enfrentar a este “bípedo animal pensante” con la propia debilidad que, aceptada, ayuda a crecer. Este sentimiento inteligente, que los versos nos lanzan, hace de esta obra algo interesante que nos obliga a leerla y no mirar para otro lado ante los problemas.

            Agradeciendo la presencia de todos los que aquí estáis, y sin abusar de vuestra paciencia, me gustaría que nuestro autor nos leyera cuatro poemas. Estos son, para mi gusto, unos de los más significativos y, de alguna forma, son eco de lo que la obra es:

(Poemas  paginas 41 /47/54/ 60)


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